Te cuento un poco más sobre mí y sobre cómo nació mi vocación de dar clases, y el por qué ha sido una decisión totalmente personal y vocacional.

Recuerdo tener muy buenos recuerdos de cuando jugaba en el jardín de mi casa a enseñar a mis amigas, y explicarles haciendo pizarras improvisadas con unas tablas enormes que tenía mi padre (¡Se las pintaba enteras!). Podía pasarme horas jugando, tanto sola como acompañada, e incluso llegué a pedirle a mi madre que me hiciera fotocopias de unas chas que yo me había inventado. Esto ahora no parece algo tan descabellado, pero debo recordaros que eran nales de los ochenta y no se tenía ni ordenador ni impresoras, y tenías que ir a la papelería del pueblo para hacerlo y costearlas.

Para mí estos recuerdos son bastantes reconfortantes y, aunque luego me hice mayor y no estudié la carrera de profesora y tiré por otros derroteros, siempre escogí carreras y estudios que estuvieran relacionados con el trato de la gente. Sí que tenía una cosa clara, y es que quería mantener el contacto con las personas.